29.12.08

lo sé, ya está

Yo estaba esperándola para ir a tomar una cerveza como todos los viernes a la tarde, sentada en las escaleras del edificio de enfrente, encontrándole una marca nueva, un detalle más, algo que mirar al pintoresco frente de la casona antigua que aloja lamentos y bondades de los que entran a diario a esos consultorios.
La misma rutina de todos los viernes: salimos de la oficina, pasamos por el psiquiatra. Ella entra una hora. Yo me quedo afuera, una hora también. Y ahí estaba cuando la vi salir. Como todos los viernes la vi salir. Me miró. Como todos los viernes me miró. Yo no me levanté, esta vez me quedé mirándola y no me levanté. No fue como todos los viernes.
Tantos años recorriendo el mismo circuito hasta que ese viernes pasó. Tantos años escuchándola narrar sus acrobacias psicológicas en esa sala de ensayo que era el consultorio. Tantos años creyendo que un día saldría y me miraría para decirme “lo sé, ya está”.
Imagino que fue duro, la última palabra seguramente ocasionó una fisura en su existencia. Imagino que caminará hasta donde la confusión se lo permita, se sentará, encenderá un cigarrillo con las piernas colgando de un banco, pisando el cielo. Y con la primera bocanada de nicotina decidirá dejar de fumar. ¡Es que ha creído durante tanto tiempo una mentira que ella misma se hizo!. Creyó su propio invento. Narró su propia ficción.
Ella sigue en la vereda de enfrente, sujetando con su mano derecha la cartera y con la izquierda preparando un golpe de boxeador. Yo la miro desde la otra vereda, sentada en las escaleras del edificio. No voy a pararme esta vez, no porque no quiera, sino porque ella dejó adentro la necesidad de llevarme consigo a todos lados. “Lo sé, ya está”, puedo imaginarme que dice. “Llamame cuando quieras, soy una extensión tuya”, pienso. Da media vuelta y empieza a caminar.

18.11.08

¿espanta?

Parezco un espanta-pájaros mal hecho.
Acá están todos, encima mío.
Y acá estoy yo, sin dirección.
Parada en este lugarcito de siempre.
Recibo la visita diaria de todos ellos.
Y yo, ¿por qué no se alejan?
El que me vea y vuele, será el que se quede.

Tania

Tania mira por la ventana cuando él le dice que desde ahí puede verse su oficina. Puerto Madero está atestado de gente, ella sentada en ese restaurante, entre la gente, mientras él le dice que puede comprar océanos o hasta galaxias. Es lunes, y Tania está cenando con un millonario.
El miércoles la encuentra un poco más coherente, ¿cuándo le interesó esa clase de hombres? Sentada en la butaca de un teatro en la calle Corrientes, mira de reojo a este nuevo candidato. Es amable. Es atractivo. Llega a casa de noche. Pasa directo a la heladera, hay una banana en un plato, la mira y cierra la puerta. A la cama.
El día siguiente amanece como todos los días. Cuando Tania se agacha a prenderse la hebilla de las sandalias, piensa en él. Ese es el momento del día en que más piensa en él. Se llega hasta el espejo y preguntándose en silencio qué le ven a ella los hombres, dice en voz baja, “Jazmín, debería haberme llamado Jazmín”. Pero es Tania, portadora de una belleza natural sin nombre.
Fin de semana. Viernes y sábado un nuevo candidato, Tania cotiza en bolsa. Amanece el domingo entre sábanas de cama doble rodeada por brazos que desconoce. Otra semana está por comenzar.
Llega a casa. Como todas las noches abre la heladera, hay una banana en un plato. Piensa que no hay un hombre, de todos, al que ella pueda amar tanto. Tania piensa que ha perdido la sensibilidad. Eso es, no siente nada cuando los tiene al frente. Toma la banana y se la lleva con ella. Se sienta en el sillón rojo de tres cuerpos, “matar al enemigo, comérselo”, piensa. ¿Puede algo tan insignificante haber matado al amor de su vida? Y Tania sabe que por más que se coma esa banana, mañana al abrocharse la hebilla pensará en Agustín. Ese iba a ser su nombre, hasta que un día, caminando por la calle resbaló con una cáscara de banana y Agustín, ese hombre que ya amaba más que a nadie en el mundo y que crecía en su interior, murió.

15.11.08

izquierda o derecha

El colectivo me dejó en esta esquina,
tengo trenzas y mis pantalones están gastados.
El sol cae en línea recta sobre mi cabeza,
es mediodía pero parece medianoche
Estoy parada acá en la esquina y no sé qué lado
Izquierda o derecha.

29.10.08

bocina

quiero dormir, quiero no levantarme
tomar una copa con amigos
y volarme la cabeza que da vuelta
que alguien en un auto tire el freno de mano
que me frene cerca, al lado
que me despierte de este caos en el que cai con vos

28.9.08

...

Parte I
La relación en quiebra

Algo se rompió. Ella está sentada en el banco de una plaza y pareciera que está en la sala de un hospital, internada en una cama buscando recuperar su salud. Y la relación que se descascara es un amor mágico. El dolor es como el de las rodillas peladas después de una caída en bicicleta. La sensación es el afecto a una vieja prenda de vestir que ya no puede ser usada; está desteñida, sucia, percudida...pero la carga emotiva es tremenda. Es amor en definitva.

Parte II
Sala terapeútica. El psicólogo

Frente a esta situación tenés que usar la práctica de mente de principiante. Ante cada conflicto, actuar como si fuese nuevo, resolverlo sin la carga emotiva y psíquica de la experiencia. Otra opción es ponerte frente a la situación en 3ª persona. Entonces hablarte como si estuvieras dándole un consejo a una amiga. Mirar desde afuera la situación, testigo y no protagonista, y opinar. ¿Acaso él, su psicólogo, práctica eso con su mujer?

Parte III
Los "opinólogos"

¿Qué saben los que opinan? Los que hablan sobre esta relación, la mía y la de él, la nuestra, no saben nada o saben poco. Porque no están ahí cuando él canta con su guitarra terapéutica; no saben de sus mimos excesivos; poco conocen de sus locuras mágicas, de su humor optimista, de la química de nuestros cuerpos, de sus actividades culinarias, de sus abrazos en cucharita...abrazos interactivos. Hoy el amor se nos ha vuelto dificultoso, yo insoportable, él adulto. ¿Cómo matarlo?

Parte IV
La única verdad.

Te amo. Siempre te he amado. Probablemente te siga amando.

27.9.08

50% off

Ya no juego a las escondidas con las sombras
El principio azul del amor se ahogó en un estanque
Y ahora me baño con una lluvia a las 6 a.m. de un jueves
Voy a ir a dar un paseo por la verdulería de la esquina
Regocijarme con el olor a melón y saborear una sandía
Voy a llenar la bañadera y usar una esponja exfoliante
Raspar la piel, limpiarla y jugar con burbujas
Abrir un envase de acetona y desteñir mis uñas
Pintarme de colores después, y ofrecerme en blanco y negro
Entonces el que me compre, no tendrá reclamos, sin exigencias
Seré una niña amarga que disfruta sola, para que quien me lleve
No pague el precio de las expectativas, me cansé de cumplirlas
Ahora estoy de oferta, no cotizo en el mercado del libre albedrío

19.9.08

epílogo

Carta a vos

No sé todavía si puedo creer, entender, asimilar lo que anoche pasó. Siempre he creído en las causalidades, en las razones que justifican los hechos. Pero esta vez y sin dudarlo, puedo afirmar que nos enamoramos por casualidad.
Mi memoria es volátil. Solía ser fotográfica, metódica, ordenada. Guardaba todo, pero se volvió volátil. Sin embargo recuerdo cada cosa y cosita de ese fin de semana que nos encontramos por primera vez. […] Recuerdo que después que te fuiste te llamé por teléfono para que me dijeras que era mentira, que lo de esa noche no había existido. Sí, fue real. Ya lo sé.
Escribo porque el día avanza y no entiendo todavía cómo fue que anoche no nos besamos, no nos tocamos. Entonces hoy volvería a preguntarte, ¿anoche existió? […] Cada uno de nuestros encuentros estaba signado por el deseo y la pasión. Sí, es verdad, fuimos más que dos cuerpos. Lo nuestro fue una relación de verdad y, como tal, hubo todo lo otro que alimenta el afecto, la paciencia, el respeto y la necesidad. Pero tuvimos dos problemas que no supimos resolver. Uno, nunca nos entendimos o nos entendimos mal. Dos, fuimos a destiempo. […] Fui enteramente feliz a tu lado y confío en que vos también. Te amé. Y mucho. […] Anoche me quedaba prendida a vos, ahí a donde tantas veces me hubiese quedado. No alcanzaría una medida cuántica para calcular el amor que sentí por vos […] Y las cosas se dieron de esta manera, entonces puedo decirte que he sufrido en esta relación lo que no había sufrido antes. Pero como esa no es la vida que proyecto para mí, la del dolor, decidí dejar que el amor se fuera sin mí. Entonces lo vi tirarse desde la terraza de un piso 12 antes que pasaras a buscarme anoche. Lo vi suicidarse, cobarde o resignado pero valiente por dejarme seguir viviendo a mi. […] Y le agradezco a este amor haberme hecho tan mujer, tan grande. Incluso con su muerte reivindicó mi existencia. […] Millones de cosas nos quedaron por hacer, millones de palabras por decirnos. Hoy no sé cuál de los dos está más perdido, más dolido, más necesitado de la química del otro. Si alguna vez la vida vuelve a juntarnos, mi amor, evitemos por favor repetir ese patrón que nos dejó parados en el medio de la ruta, tremendamente vulnerables.

Julia.

24.8.08

tic tac

Y ahora que no espero, nunca voy a saber si volviste
Porque cuando vengas a golpear la puerta
Nadie va a atender, no voy a estar para abrirte.

21.8.08

entropias

Antes de vos la vida estaba ordenada
Después solamente quedó entropía
La punta de la madeja está perdida
No hicimos nada bueno con este amor
Apenas unos gràficos de ascensos y humor
Tu cuerpo pesado sobre el mío, tus besos
Mi olor que te enloquecía ahora sólo conmigo
Te busco entre los hombres, en las esquinas
Volver a verte, ¿cómo te encuentro?
¿Se puede vivir de buenos recuerdos?

19.8.08

retratos


Luisa tiene mil noches y un sueño
Vivir conmigo lejos de este infierno
Las noches son largas, fiestas en pijamas
Pastillas de modorra, castigos de cama
Luisa, Luisa no quiere más
Luisa quiere un lugar neutro
Necesita un tiempo para sus misterios
Luisa ya no quiere estar aquí a mi lado
Quiere estar allí, saltar por todos lados
Luisa, Luisa no quiere más

7.8.08

Sin título (diario íntimo)

Deberías estar acá conmigo esta noche, y no hay manera de que eso pase. No vas a estar, eso es lo malo de los ángeles, que a veces los necesitás mucho y no aparecen. Vienen a darte mensajes, ahí están paraditos al frente tuyo para decirte lo que vos, de otra forma, no querés escuchar, no podés ver, no podés sentir. Pero a veces necesitás comunicarte vos, pero los ángeles no siempre vienen, sobre todo si hacés fuerzas para que aparezcan porque tenés la tremenda necesidad de verlos, de sentirlos. ¿A dónde estás que no venís?
Te conocí un día sin intención, claro, los ángeles aparecen cuando no estás esperándolos. Un día que no tiene fecha. Y hoy que tengo toda la intención de volver a verte, no vas a venir. ¿Qué hice hoy? Además de necesitarte, traté de buscarte en las cosas, en la sección mental que almacena recuerdos. Entonces me compré un mantecol, como una vez vos lo hiciste; fumé menos porque a vos no te gusta que lo haga, decís que es malo, que es tóxico; miré una película de cine alternativo, donde se veía todo este tema de la felicidad y de que la vida es bonita a pesar de lo amarga que es en realidad, eso que me decís siempre; hice señales de humo, meditación y prácticas exóticas tratando de llamarte con el pensamiento, a ver si se te ocurría venir; reproduje el día que me presentaste a tu aprendiz, ése seguramente será un buen ángel también, tan chiquitito, tan bonito, tu aprendiz, tu hijo; traté de recordar una por una tus frases, esas que recitabas de la nada, que rompían silencios. ¿Se puede vivir de buenos recuerdos? Aparecé por favor, si no es en esta noche, en algún momento.
Sos un ángel particular, especial, un “versero” cualquiera, pero me hiciste mucho bien. Eran tus señales, tus apariciones, tu humor feliz, tus consejos, tu energía. Decías que no te arrepentías de nada pero sé que a veces lo hacés, aunque imagino que cualquier arrepentimiento pierde relevancia cuando mirás a los ojos a tu aprendiz. Yo decía que no me arrepentía de algunas cosas, mentira, esta noche me arrepiento de varias.
Camino por los pasillos del suicidio esta noche, ¿por qué no venís a salvarme como esa tarde de viernes? Te necesito ángel. No sé cómo explicarte, es angustia tristeza desazón desesperación ahogo, eso es, agonías mortales. Y no tengo más que escribir en este diario íntimo sobre mi necesidad y tu condición de ángel. ¿Quién hubiese dicho que ibas a encontrarme? ¿Apareciste vos? ¿Nos encontramos? ¿Viniste a buscarme? De ahora en más vas a ser mi único ángel, me salvaste de una agonía y vas a salvarme de muchas más porque aunque no vengas más, te quedaste conmigo.

3.8.08

ella y el ángel

Ella estaba en un callejón. Despertó una mañana, en posición fetal, abrazada por un hombre, “no quiero ser más tu amante”, le dice. Abrió los ojos. No era su amante, era su pareja. “Haceme cucharita”, le decía el otro y si era a ella a la que abrazaban y no ella la que abrazaba, ¿cómo no iba a darse cuenta que no era su amante con el que dormía sino su pareja?
Ella ahora viene de un callejón. Hace unos pocos días se separó, se acostó con su amante una vez más y decidió subirse a un tren sin dirección. Los vagones son a blanco y negro, los pasajeros sombras y el cielo sepia. Postal de un callejón. Resultados de un callejón.
Ella se sienta. El ángel con ella, su ángel se sienta a su lado. Era un viernes a las cuatro y media de la tarde, parecía un lunes a la madrugada. Él simplemente comienza a hablar. Parece un ángel, lo es: su cuerpo, su piel, el color de sus ojos, la mirada. Ella solamente lo escucha, apenas si puede contener las lágrimas. A ella todo le duele, está triste, ahora los médicos le llaman depresión. Bajan en algún lugar, donde los deja el tren. La invita a tomar un café, se sientan en un bar y él es real. Tiene un hijo, un matrimonio en quiebra y la vida al revés. Se quedan en el mismo lugar, donde los dejó el tren. Ahí estarán por un tiempo.
Él pasa a buscarla, y los días pasan también. La recoge en una esquina, evitan denuncias, evitan dejar rastros. Solamente son dos almas buscando afecto. Ella sube al auto y él lo estaciona en la cochera de una habitación. Alquiler de camas. Son dos cuerpos buscando placer. Ella no sabe que con un ángel también puede hacerse el amor. Él es real.
Hay un ángel y ahora ella entiende que las relaciones duelen menos cuando se las piensa poco; que la felicidad es un estado interno de serenidad que se alcanza cuando se conoce el rumbo, que el rumbo no es el camino, que el rumbo es el horizonte que se aleja; que las cosas tienen un sentido y que duran mientas lo tengan; que la música es para dar concierto; que por hijo todo justifica y que reivindican la existencia; que no es los mismo hacer para sentirse bien que para ser feliz; que los aplausos ajenos son de colección, trofeos del ego; que con el alter hacemos collage pero no siempre es un juego; que el cuerpo es una brújula y el amor el norte; que la vida son los sentidos.
Ahora ella sabe, porque lo encontró, que hay un hombre que es un ángel. Un hombre de humor feliz y risas contagiosas, que regala globos de elio para volar alto, que es un prendedor para llevar en su corazón y mantenerla viva, despierta.
Hay un hombre que es un ángel. Hay un ángel que toma café y hace el amor. Hay un ángel que es de ella y ella del ángel. Ella y el ángel.
Ella estaba en un callejón, venía de un callejón y ahora sale de un callejón. Mientras la respiración siga siendo ese acto automático de la vitalidad mundana, no hay razones para arrepentirse. Ahora ella sube a otro tren y él, su ángel, es el chofer.

30.7.08

más allá de los límites


La regla del juego es: unir con un sólo trazo.
unir los puntos con sólo 4 líneas sin pasar por el mismo punto y sin levantar el lápiz.
¿Podés? Se puede, lo juro.
¿Podés? Entonces significa mucho más que la paciencia.
Significa que podés ver más allá, que no hay límites.
Juro otra vez: no hay límites en la vida si sabés mirar más allá.
Intentalo, hay premio

1.7.08

y no te vas

Sos la última seca de mi cigarrillo,
esa que quema los labios, simplemente,
porque no quiero terminarlo.

Para vos no fueron palabras, fue un libro.

1.6.08

dimensiones espacios-temporales

Independencia 445, mates y tutucas
Inpdendencia 445 y un Dr. del Alma
Bolivar 381, un hombre y lingüística
San Juan 420, besos para terceros
Avellaneda 272, parecía un sendero
Leones, ratones, un libro y la docta
Literatura, ficción vs. realidad
Personajes y una sola espectadora
Yo no lloro más, demasiados mares
Demasiados cortes y desgastes
Sedo mi turno, que pase el que sigue
Yo no lloro más, ahora quiero chistes

10.5.08

bolivar 381

Vaya silencios los que se van abriendo camino en este espacio de huesos jóvenes y músculos fuertes. Silencios que no se deshacen, que ni un estornudo los desarman, que se llevan mis horas de sueño, que me dejan vacía. Silencios, ecos de esta soledad.

Allá afuera hay un mundo que debate día a día sobre la posibilidad de civilizarse y acá adentro, este ser que no termino de ser, se cuestiona en qué lugar de tal barbarie sin conclusión final encajarse para no sentirse más de esta manera. Manera que se parece a la muerte cuando rasguña las aduanas con agonías punzantes, con el carácter de un gobernante para entrar. Tiene soberanía, en esta tarde, la muerte sobre mi cuerpo que en silencio, no protesta por su presencia.

Extravío de mi potestad, de la autonomía que al menos me haga reaccionar ante estímulos vanos que proceden de la locura incesante de allá afuera, ese afuera que ha perdido la cordura como para acomodarse. No estoy acomodada ni cómoda yo tampoco entre tanto tumulto que dirime direcciones clarificadoras.

Perdida entre el aburrimiento cotidiano, entre las marañas de esta mente necia e insensata que ahora, cuando más la necesito entre tanto silencio, no me habla, no arroja premisas, credos. El sujeto es tácito y no hay verbo para este predicado sin acción que soy en este momento.

Uno se pelea con el mundo cuando se pelea con uno mismo.
Y cuando los parámetros son visuales, visuales sin imágenes, además de silencio hay negro. Negro en el monitor de la computadora, negro en la placa del televisor, negro allá, negro detrás del vidrio. Vidrio y negro: espejos. Negro allá, negro acá.

4.5.08

ciclotimia planetaria

Es verdad que la relación bélica en la que se ha convertido nuestro amor es de los dos,
Pero quiero solamente que entiendas que la guerra es contra mí y no contra vos.
Que el vacío de este túnel sin fin tiene el sabor de una soledad desgarradora.
Que habita en mí una línea que no es recta, sino que oscila, que es sinusoidal
Y que todo lo que se sostiene sobre esta línea picarona que dibuja mi vida,
Fluctúa, se mueve, cae y se vuelve a levantar, transita por paredones sinuosos
Vos sos parte de lo que se sostiene en esta línea irrespetuosa con ciertos abusos
Podés seguir el ritmo y desvariarte conmigo o alejarte de mi ciclotimia si te lastima.
Si la esencia sigue siendo siempre la misma, también es la misma esta mujer que te mira
Si la libertad no es compatible con el amor, hay que desatar las alas y volar y escapar
Esta onda sinusoidal de mi ciclotimia siempre será tuya, no tengas miedo de mi soledad.

6.4.08

habrá más tiempo?

¿Habrá más tiempo? ¿Habrá en algún otro lugar más tiempo para vivir?
Porque si no hay otro espacio y otro tiempo, ¿qué estamos haciendo ahora?
Ni siquiera respondamos, solamente hagamos lo que nos hace feliz.
Porque si no hay más tiempo en otro lugar, esta es la hora para no ser sombra.
Esta es la hora para ser y para hacer. Pero. No. Sin más, ser y hacer.
¿Habrá más aire para respirar en algún otro lugar que no sea acá?
No seamos una sombra, seamos nosotros. Hagamos y deshagamos. Vivamos.
Porque ahora somos nosotros. Porque hay tiempo. Ahora y sin culpas.
Respiremos, besemos, hagamos espuma en la bañadera, riámonos solos.
Tomemos un helado de chocolate y limón en la esquina. Bailemos. Juguemos.
¿Habrá más tiempo para amar? No odiemos. ¿Habrá más tiempo para vivir?
Que morir no sea la alternativa mientras haya tiempo para vivir en este lugar.

18.3.08

profeta de los no segundos

Habiendo tantas manera de vivir la vida, ¿siempre vamos a elegir, ingratos mundanos, aquella que lastima al corazón?
Encapsulados en una caja de ficción, pasa el tiempo de color transparente, y corren corren los humanos con la ilusión de alcanzarlo para liberarlo.
Y en el rostro, tristezas de utopías rasgadas que no llevan a ninguna parte.
¿Y si en vez de seguir nos frenamos un rato?
¿Y si nos liberamos de nosotros y después al tiempo?
Y si el cuerpo es la cárcel del Alma y el reloj la del tiempo, ¿por qué no romper barrotes de hierro?
¿Y si en vez de contar segundos diéramos más besos?
A dónde nos hicieron creer, viejas generaciones de antaño, que podíamos llegar nosotros con tecnologías de punta, con el rigor de una metodología científica y con sistemas de costo-beneficio.
Y quiénes pensaron que con canciones de protesta podían seguir caminos alternativos que no fueran igualmente crueles.
Si de esto se trata la naturaleza humana: bueno/malo, perfecto/imperfecto, violento/pacífico…no importa si Hobbes o Rousseau … o cualquiera de todos sus aliados…hoy estoy enojada con el tiempo que se parece a ficción y con el cuerpo que es de más material…
Me quedo en esta, otra de esas tardes de abriles tristes, con las manos en la máquina siendo profeta de los no segundos.

5.3.08

la última escena

Ya por lo menos la ciudad se ha despertado para comenzar un nuevo día. Anoche no he podido dormir, me asaltó la imagen de tus ojos, excesivamente dulces, y el recuerdo inequívoco de tu respiración actuando esa última escena.
El piso está frío, yo estoy sentada en el piso frío, como esperando que me contenga, como sintiendo que más abajo no puedo estar. Porque anoche me hiciste descender a los infiernos, aún exaltando mi grandeza intachable y la particularidad de este fenómeno de estudio en el que me he convertido para vos en los últimos meses. Y desde este lugar, me siento objeto de tus análisis cualitativos que buscan insertarme en una sociedad hemipléjica, como si yo pudiera ser su silla de ruedas, un auxilio artificial. Y es que yo jugué también a ser artificio, tu artificio, me dejé construir por vos. Entonces de investigador científico pasaste a ser un artesano. Me moldeabas, eso hacías en cada uno de nuestros encuentros.
Apago un cigarrillo y después otro, pero es el amor que siento por vos lo que quiero apagar. Y en medio del humo y la nicotina lo que más me contamina es la imagen de tu rostro marcando distancia, de esa actitud de un perfecto desconocido. Un misil me estaba asesinando.
Ahora las bocinas suenan afuera y las sirenas de las ambulancias, chillando a lo lejos, van al encuentro de algún choque rutinario de la madrugada que se va vistiendo de mañana en la ciudad. Las ambulancias me pasan de largo, no hay nadie que pueda auxiliarme. Es que hiciste que me cayera con tanta fuerza, que me destrocé en pedazos desparejos y desteñidos que quedaron rodando en el piso hasta perder el equilibrio. Porque me hiciste mierda cuando advertí que me hablabas en serio, cuando tu desiderata declinaba porque del amor pasabas al adiós. Fueron los minutos más largos de nuestra historia, ¿cuánto tiempo voy a necesitar ahora para cocer estos retazos?
Y me hablabas tan seguro, tan firme. Era la última escena. Cuánto tardaste en tomar la vil decisión de actuarla y de dónde carajo sacaste los libretos del final. La última escena.

1.3.08

hay una sombra

Sobre la pared hay una sombra.
Enciende un cigarrillo. Lo lleva a su boca.
Con la mano izquierda se revuelve el cabello.
Ahora exhala. Humo saliendo de la boca.
Sobre la pared hay una sombra.
Es lo que queda de mi. O soy yo.
Hay una sombra, porque hay una luz.

10.2.08

Intersticios del amor: flash de las cámaras fotográficas

Hace no mucho tiempo me encontré en una parada de estación a un viejo lobo, viejo no por su edad sino más bien por la experiencia, ese conocimiento que se adquiere tarde tras errores permanentes y que, paradójicamente, es un conocimiento obsoleto pues de poco llega a servir: si lo transmitimos a otro ese otro no adopta los consejos y no por terquedad sino por falta de compresión y que, si quisiéramos aplicarlos nosotros no podemos, porque en un acto de ironía de la realidad dejan de presentarse espacios para hacerlo. Los escenarios se renuevan. Y hay que aprender. De nuevo.
Lo cierto es que al menos yo lo escuché mientras esperaba mi tren y ahí estaba él impidiendo que me subiera. Y si le hubiera hecho caso, quizás, hoy no estaría acá en este túnel con los motores de la máquina detenidos y corriendo riesgos de accidente.
Indudablemente el amor existe, pero creer en él se vuelve un ejercicio que roza lo agobiante. Este lobo, hombre de ojos perdidos en la soledad del tiempo, pretendía vivir su vida con amor sin fotografía. Lejos de enquistarlo en las formalidades. Ahí estaba, intentando detener absurdamente a los subordinados de imposiciones propuestas por una masa social civilizada. Ahí estaba, como un nadador de mallas fosforescentes peleando a contracorrientes y gritando por ser atendido. En silencio.
Su concepto era “no luchar por la foto”. Que sería más o menos como un amor de colección. Como este amor mío, que ahora es de colección. Que se saca de las vidrieras, que modela en pasarelas, que insinúa felicidad, que anhela estabilidad. Y se confunden los términos, porque puede estandarizarse pero también el amor crea. Crea personas, crea sociedad, crea cultura. Y todo lo que es fenómeno de creación asombra, enceguece. Creemos en el amor, como personas la existencia de otro, el alter, se vuelve requisito sine quanon para un estado de paz que se puede acercar a la felicidad que se pretende como fin último en toda filosofía mundana. Una cama y un binomio en el amor es como el paraíso que profesan las religiones y que no es más que una pedagogía para los instintos animales. Somos hijos del rigor, con fuerza o con teoría, siempre requerimos control. Pero volviendo al amor, cuando lo estamos masticando, a veces -por no decir siempre- mordemos ajo picante, como ese “puta parió” que en el campo comen a gusto. Lo que ahí condimenta, acá contamina.
Al amor hay que aprender a sentirlo y, como si eso no costara, se suma tener que aprender después, a olvidarlo. En cada gesto y a gritos. Como en geografía los ríos y montañas del mundo, como en historia héroes y próceres, el amor se aprende y la fórmula matemática exacta se descubre con la práctica y el trillado método de prueba-error. Entonces el amor te rapta, te eleva, te posee y te crea.
En ese circuito, a veces más sinuoso, unas veces más sabroso que otras, y de vez en cuando fluctuante, nos hacemos más fuertes. Hemos aprendido a amar, recibimos el diploma y ejercemos con licencia la facultad de gobernar en la relación, somos dueños del amor. Eso que ahora, que somos graduados, se ha vuelto sustancia espesa. Y es ahí, cuando comienza el camino inverso. Sería ahí el momento en el que, para aquel lobo, el flash de la cámara de foto encandiló al amor.
Cuando el amor se solidifica corre el riesgo de volverse un fósil, estamos en el vértice de una V invertida. Llegamos sudando como el mejor de los atletas y hasta nos parecemos a Sísifo y, siendo Sísifo, tenemos altas probabilidades, casi estadísticamente comprobadas, diría yo, de tener que bajar por el otro lado y cargando el peso. Solos. Otra vez.
Parece suceder que cuando estamos subiendo, aprendiendo, conociendo al amor, somos auténticamente libres. Libertad. Ejercemos soberanía sobre nuestro propio ser hasta que la historia se consolida. Ahora, a partir de este momento, libertad con vallas. La autoridad -o la soberbia- conquistada por el tiempo de formación e incorporación del amor, respalda en la cotidianeidad, el derecho de posesión. Ni siquiera hace falta que sea veinteñal, porque hay vacíos legales aquí. Ni ley ni jurisprudencia, no hay tribunales en esta jurisdicción en la que el amor se encuentra internado en estado vegetativo.
Antes éramos nosotros, seres individuales desnudándose en la libertad particular para conquistar a ese alter, otro al que investigamos con rigor metodológico para dejar de ser uno y ser dos. El “yo” es ahora “nosotros”. Y el problema inicia cuando en ese proceso que no juzgo, se eclipsa la libertad individual. Sombras.
El amor es un conjunto de claroscuros. El peligro se funda en su costado fusco, en los espacios negros que son muchos. Abundan. Y siendo Sísifo, somos tan obtusos o tan humanos, de volver a caer en la misma rutina de cuatro ojos y dos miradas encerradas en un cuarto sin salidas alternativas.
El amor en comunión debería ser como cocinar capeletes. Se hacen cada uno por separado, se cocinan en la misma cacerola a temperaturas elevadas, desde abajo surgen tan apetitosos, caen después y otra vez, a un lugar común. Ahí la salsa. Después, cada porción a su plato. Se comen por separado.
No presionemos el flash. Si queremos fotos que sean mejor con la claridad que el amor irradia cuando es luz. Optar para que el amor, en cada intersticio, sea un preludio.