29.1.18

Permiso

Que me abraces con la fiaca de la mañana
Que al separarnos me saludes con ganas
Que al menos una vez te preguntes por mí
Y que te den ganas de saber si estoy bien
Que me escribas, me llames o me pienses
Alcanza con saber que sigo en tu cabeza
Que al volver a vernos podamos conversar
Que la tarde sea una invitación a disfrutar
Que crucemos las miradas más de una vez
Que no nos importe qué vamos a comer
O que no haya un plan preciso para seguir
Que la noche sea un lugar más de encuentro
Que haya más que un solo beso de cortesía
Que en cada momento estemos presentes
Que me des permiso para enamorarte
Que tengamos ganas de amarnos otra vez
Y bien.

24.1.18

Correr. Escribir. Vivir.

Entonces empezás a escribir. Y es como si te escaparas en una escena de persecución. Te persigue. Corrés. Corrés. No vas a parar de correr aunque ya no puedas respirar. Te falta el aliento y seguís, nada te detiene. Es tu vida. ¡Es la vida, carajo!

Los pensamientos van a la velocidad de tu cuerpo atravesando el tiempo. No tenés la más remota idea hacia dónde te dirigís. Solamente corrés. Pensás, sí. Y mucho. Mientras corrés te das cuenta que estás vivo. Ha pasado tanto, es tanto lo que te ha sucedido, bueno y malo. Y seguís corriendo porque querés vivir más. La realidad son vallas que más de una vez te han quebrado la pata, pero no te importa. Querés seguir corriendo, querés seguir viviendo.

En esta carrera no hay estrategia. Tenés muy poco claro qué querés o qué tenés para decir, porque lo único que hacés es escribir. Para salvarte. Así como corrés. Intentaste hacerlo de otra manera antes, pero llegaste hasta el límite y entendés, una vez más, que escribís para sobrevivir. Corrés para no morir. Te persigue, sí. Pero tenés fe de que no te va a atrapar.

Respirás hondo, te acordás cuando eras pendejo. Ya el cuerpo no es el mismo, pero seguís corriendo y hasta quizás te salves. ¿Será que acaso entendiste que habría que agradecer el paso del tiempo y no quejarse de él? La vejez es un signo de la vida. Hay que saber interpretarlo. Significante y significado.

Solamente corrés. Te escapás. Escribís para no pensar. O para acomodar las ideas. Corrés para salvarte, para que no te atrape. La persecución tiene que terminar. Vas a correr hasta donde te alcance el aliento. No te vas a vencer. ¿No vas a parar, verdad? Si te frenás, se acaba. Entonces empezás a escribir. Corrés. No das más. Pero sí, es el último esfuercito. Estás cansado, sudado, asustado, preocupado, desorientado, desolado. Pero estás vivo. Y lo sabés. Entonces, hasta que te alcance el último suspiro, como si fuese él quien te persigue, vas a seguir corriendo. Vas a seguir escribiendo. Vas a seguir viviendo.

Vos - Yo (separados por un guión)

No voy a verte esta noche, prefiero sábanas frías a una conciencia ardiendo
Es que no me perdono la inconsistencia de mis principios más genuinos
Vos con tu vida y yo con la mía porque no hay cabida para un nosotros

Vos con tus interminables teoremas y yo con mis absurdos estratagemas
Vos con tu resistencia al amor, mientras que para mí es una adicción
Vos con tus ganas de ser vos y yo que simplemente quiero ser yo

Dos seres insolubles tratando de comprender su naturaleza para ser uno
Una fotografía cómica del corazón insensato que confunde términos
No es amor o algo que se le parezca, oscila de la flagelación al egoísmo

Perdoname pero esta noche no voy a ir, necesito quedarme conmigo
Tampoco vos vas a venir, ya es momento de terminar con este juego
Y así está bien, un teórico con un estratega escriben finales de los buenos.


23.1.18

Nuestro infortunio

Camino a casa, cuando vamos en el auto, a veces preferiría que bajaras conmigo en lo que sería nuestro hogar. Otras veces, desearía no verte más.

Hoy hacemos un buen equipo, pero tan solo de trabajo. Lo que pasa es que te sigo en tus estrategias laborales. Y además te doy seguridad. Pero si nos hubiésemos animado a más después de aquellos besos…

Después de nuestro infortunio nos dimos una tregua. Pero no sé qué es más desdicha, si el amor que se nos frustró en el camino o este amorfo de relación de trabajo con la que nos consolamos.

Quizás amor era una palabra que nos quedaba demasiado grande. Vos simplemente disfrutabas con la paz que te generaba y yo, yo creo que me sentía protegida. Nos gustábamos, lo demuestran claramente las noches que dormimos juntos. Pero no nos alcanzó.

¿Te acordás que me fui de viaje? Llevábamos un tiempo pedaleando esa carrera (conocés perfectamente la historia y tenés mejor memoria que yo). Estábamos por la mitad de la ruta antes de una definición, ni ganadores ni perdedores, solo queríamos un resultado. Entonces viajé, me fui un par de semanas. Sí, sé que recordás perfectamente las cosas que nos dijimos durante la ausencia, las posibilidades que barajamos y que son típicas de la distancia. Pero los kilómetros no un unen relaciones, solo abren reflexiones.

Y volví con tantas palabras que de tanto hablarlas olvidamos besarnos. Nos faltó un beso. Yo soy orgullosa y no hubiese aguantado que me saques ventaja. Vos sos autosuficiente y no hubieses tolerado depender de la obsesión que te generaba. Nos faltó un beso, o ceder. Porque no creo que hayamos sido cobardes, hay que tener más coraje para sobrellevar este híbrido de relación que las diferencias de la convivencia.

Un par de veces a la semana me llevás con tu auto hasta casa luego de cumplir nuestras tareas laborales, un par de veces a la semana me pregunto si estamos haciendo bien.

No sé si alguna vez voy a darte esta carta, o si al menos al pasar te sugeriré estos sentimientos. Es que nuestro infortunio, esa relación que no supimos construir, nos sumió en una pobreza desesperada. Y buscamos un remedio. Pudimos haber sido medicina pero creamos nuestra propia enfermedad, y la manera de pasar el dolor, sin sanarla. En este infortunio vivimos vos y yo, así hacemos grandes cosas, excepto algo para nosotros dos.