7.8.08

Sin título (diario íntimo)

Deberías estar acá conmigo esta noche, y no hay manera de que eso pase. No vas a estar, eso es lo malo de los ángeles, que a veces los necesitás mucho y no aparecen. Vienen a darte mensajes, ahí están paraditos al frente tuyo para decirte lo que vos, de otra forma, no querés escuchar, no podés ver, no podés sentir. Pero a veces necesitás comunicarte vos, pero los ángeles no siempre vienen, sobre todo si hacés fuerzas para que aparezcan porque tenés la tremenda necesidad de verlos, de sentirlos. ¿A dónde estás que no venís?
Te conocí un día sin intención, claro, los ángeles aparecen cuando no estás esperándolos. Un día que no tiene fecha. Y hoy que tengo toda la intención de volver a verte, no vas a venir. ¿Qué hice hoy? Además de necesitarte, traté de buscarte en las cosas, en la sección mental que almacena recuerdos. Entonces me compré un mantecol, como una vez vos lo hiciste; fumé menos porque a vos no te gusta que lo haga, decís que es malo, que es tóxico; miré una película de cine alternativo, donde se veía todo este tema de la felicidad y de que la vida es bonita a pesar de lo amarga que es en realidad, eso que me decís siempre; hice señales de humo, meditación y prácticas exóticas tratando de llamarte con el pensamiento, a ver si se te ocurría venir; reproduje el día que me presentaste a tu aprendiz, ése seguramente será un buen ángel también, tan chiquitito, tan bonito, tu aprendiz, tu hijo; traté de recordar una por una tus frases, esas que recitabas de la nada, que rompían silencios. ¿Se puede vivir de buenos recuerdos? Aparecé por favor, si no es en esta noche, en algún momento.
Sos un ángel particular, especial, un “versero” cualquiera, pero me hiciste mucho bien. Eran tus señales, tus apariciones, tu humor feliz, tus consejos, tu energía. Decías que no te arrepentías de nada pero sé que a veces lo hacés, aunque imagino que cualquier arrepentimiento pierde relevancia cuando mirás a los ojos a tu aprendiz. Yo decía que no me arrepentía de algunas cosas, mentira, esta noche me arrepiento de varias.
Camino por los pasillos del suicidio esta noche, ¿por qué no venís a salvarme como esa tarde de viernes? Te necesito ángel. No sé cómo explicarte, es angustia tristeza desazón desesperación ahogo, eso es, agonías mortales. Y no tengo más que escribir en este diario íntimo sobre mi necesidad y tu condición de ángel. ¿Quién hubiese dicho que ibas a encontrarme? ¿Apareciste vos? ¿Nos encontramos? ¿Viniste a buscarme? De ahora en más vas a ser mi único ángel, me salvaste de una agonía y vas a salvarme de muchas más porque aunque no vengas más, te quedaste conmigo.

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