16.6.13

acá conmigo

Papá murió un día cualquiera, eso dicen. Pero papá sigue igual de vivo que siempre. Está presente en cada célula de mi cuerpo, en cada pensamiento que hilvana una idea para convertirse en acción, en un hecho que como él me enseñó será siempre en el terreno que delinean las latitudes de justicia, pasión, honestidad y libertad.

Papá está conmigo cada día que respiro, porque aún cuando pasa el tiempo él sigue siendo el oxígeno que me da esta vitalidad para avanzar, para luchar, para convertir en realidad esos sueños que quieren ser y no quedarse silenciosos en algún rincón de mi historia. Porque de él aprendí, tarde o temprano, antes o después, que a los sueños y a las pasiones hay que cumplirlas con convicción, con la certeza de que la felicidad es un instante y que experimentarla es sólo para valientes
.
Incluso en las escenas más domésticas papá sigue conmigo. Los domingos cuando compro dos o tres periódicos para que lean mis hijos, ese amor por la lectura, ese delirio por vaticinar, ese gusto por escuchar y contar historias, viejos cuentos que siempre serán eternos. Y papá también está en esas decisiones que son parte de la educación de mis hijos, en las anécdotas que les cuento y que trascenderán generaciones. En algunos hábitos culinarios, en esos gestos de mi rostro, en el umbral que antecede a los días, en mi trabajo y esa vocación por hacerlo bien, en el espejo cada mañana cuando me veo y también lo encuentro a él en mis ojos, en mis sonrisas, en la memoria de mis amigos, en las fotos que hay desparramadas por mi casa, en la certeza de que ningún otro padre podría haber sido mejor para mí.

Papá murió un día cualquiera, eso dicen. Pero papá sigue igual de vivo que siempre en mi mente, en mi cuerpo, en mi pasado que construye este presente, en mis ganas de volver a abrazarnos, a hablarnos y en la fe de que lo hacemos cada día como antes, como siempre. Si no supiera que él está acá conmigo, yo tampoco estaría.

No hay comentarios.: