27.6.12

carta a Román

Sin preámbulos te escribo, simplemente, para decirte que me enamoré de vos desde que llegaste a mi vida. De lo que sos e incluso de aquello que imagino. Tenés una habilidad especial para desconfigurar mi lente a través del cual observo – y experimento – la realidad. El zoom para alejar o acercar funciona diferente desde que te hiciste eco en mi vida, todo es tan relativo. Y este amor insuperable es el argumento de esta incondicionalidad que diferencia el vínculo que me une a vos.

Sé que nuestra separación – al menos esta primera – va a dolerte un poco. A mí también te confieso. Es que la costumbre hace su trabajo fino más allá del tedio de la rutina. Estamos cómodos así, bien. O estábamos. ¿Para qué cambiar? Los cambios llegan, simplemente llegan. A veces son para bien y otras no. De todos modos suceden, fortuitamente o autogenerados,  los nuevos escenarios montan su estructura ineludible en nuestro terreno. Sin embargo, este giro va a hacernos muy bien. Nuestra relación se planteará de otra manera, con nuevas oportunidades…después de todo, por más que hoy tengamos que separarnos por primera vez, hay mucho en común, nos unen demasiados motivos.

La vida tiene muchas vueltas, en todos los sentidos, tantas que nos mareamos con frecuencia. Y como si eso fuera poco, los humanos la embarramos con los errores, algunos absurdos, infundados y reiterados. La mentira se cobra víctimas haciendo metástasis con la deslealtad y la infidelidad (a personas, a valores, a grandes amores), haciéndonos creer una ficción que inventamos para sobrevivir a la realidad, una que suele ser cruenta. Pero no hay que vencerse mi amor, el arrepentimiento es una buena droga para curarse, mientras que el perdón y la empatía son de baja efectividad, y la honestidad es poco menos que un jarabe para esta enfermedad asesina de la mentira. Es tan mentirosa que hasta se miente a sí misma para engañarnos. Lo cierto es que hay que luchar Román, no puede ganar la culpa, sino la fe y la confianza en que no volveremos a equivocarnos. O al menos intentarlo.

Si la culpa eclipsa la fe, no podremos ser mejores. Por eso tengo fe de que juntos vamos a superar obstáculos. Además no estamos solos…y si sos orgulloso y testarudo como tu papá, vas a poder, porque vas a ser valiente como él. Tu papá eligió tu nombre, Román. Y estoy segura que entre los tres vamos a hacer un buen equipo. Llegaste antes de lo que él esperaba, y ahora aguarda ansioso que salgas de acá adentro.

Amo a tu papá, por eso existís, porque con nadie más hubiese sido capaz de traer una vida al mundo. Le pedí disculpas por tu arribo prematuro, en silencio, como otras veces que lo lastimé o me equivoqué y busqué su perdón sin decírselo…no podría dejar que la culpa gritara más fuerte que este amor que nos une. Y sé que él también lo hizo, sé que ha cometido errores que de haberlos gritado para callar su conciencia, nos hubiésemos separado. Pero no una separación como la nuestra Román, que vamos a dejar de estar juntos acá en mi cuerpo pero que vamos a seguir unidos. No, seguramente vos no existirías de habernos separado. Así está bien, es mejor a veces no decir en voz alta lo que con palabras no alcanza para explicarse.

Cuando el amor es tan grande, ni los errores ni las culpas son suficientes para destruirlo, porque cada uno a su manera intenta ser lo mejor para el otro. Román, sos el resultado de un hombre y una mujer que, más allá de todo, sostuvieron el amor. Y ahora tienen, tenemos, un motivo más no sólo para mantenerlo sino para hacerlo crecer.

Te esperamos.

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