20.4.12

b.a.

El día ha sido de esos que se parecen a la vida, una pulseada entre las alegrías y los rostros borrosos. Y aún con esas cosas que la justifican, es inevitable preguntarse los motivos. Por qué, ¿por qué? Simplemente por qué...
Sucede así y no hay que preguntárselo, me dice ella, cada uno con lo que le toca sin cuestionamientos y asumiendo. ¿Por qué? Porque no hay respuestas. Ese abrazo, esos besos, la caricia, la absurda palabra que intentan calmar pero no sé si en algún momento llegan a curar.
No quiero que te vayas, es eso simplemente. Dejás a mucha gente herida. Simplemente sucede, y no es culpa de nadie, eso es una excusa para tener alguien o algo en quien poner la ira que son las (dolorosas) afirmaciones en las que se convierten las preguntas sin respuestas.
Sí, estoy triste, sufriendo aún cuando en el aire flota eso que justifica que siga queriendo respirarlo. Es que te vas, y tu partida me desata tantas preguntas...¿por qué? Son tantas las respuestas que no llegan a responderse, que el vacío es interminable. Es que no entiendo por qué nos dejás, y tampoco entiendo por qué hay personas que son tan abandonadas sin querer ser dejadas.
Qué sufrida que es, le han pasado todas, me dice ella de nuevo. Tampoco lo entiende pero parece aceptar que le han sucedido todas juntas a esa persona como a tantas otras que dan vueltas junto al mundo en medio de lo inexplicable.
Ya sabemos que vas a irte, lo dijeron los doctores, fue el mensaje de tu cuerpo. Algo tuyo queda en nosotros, justamente para completar el pedazo nuestro que te llevás con vos.
Ninguna palabra alcanza para detener mi mente que observa su protagonismo tácito en esa pulseada que son estos días y que se parecen a la vida.

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