20.9.12

un lugar para mí

Este mundo no funciona si no hay un lugar para mí. No me digas que soy egoísta o egocéntrica, no me digas, como preámbulo a tu teoría del ombliguismo, que me creo el pupo de todo. Porque aunque me lo expliques, me lo grites o me lo susurres al oído mientras evitás quedarte prendido a mi cuello que se angula con la erosión de tu respiración, mientras, yo voy a sentir que necesito un lugar para mí.

Aún tu teoría del pupo es escasa. ¿Creíste que me alcanza el lugar que ocupa el ombligo? No, necesito un espacio grande para mí. Porque si no lo tengo, sólo hay cabida para mi humor, que desatento y enfadado gatilla contra la rutina y la desarma en segmentos de tiempo que oscilan entre el ánimo y el desánimo.

El pupo es pequeño, no me alcanza para todo. Necesito mi lugar, uno para mí sola. Porque todo esto se desmorona cuando pende del hilo de mis estados. Este mundo no funciona si no hay un lugar para mí. Mi mundo que es parte del tuyo. Y perdoname que te lo diga así, así como se lo digo al mismo pupo que de tan pequeño sólo contiene lo que transpiran mis sensaciones. Necesito un lugar para mí que sea más grande que el pupo, necesito mi cuerpo, necesito mi mente. Esa conexión de cada milímetro, de cada segundo que respira el tiempo de descuento que me queda.

Un lugar colorido pero más mate que brillante, quizás parezca opaco pero tenés que verlo desde cerca para darte cuenta que es transparente. Y de tan translúcidos los colores se confunden con los olores, a flores en primavera que en otoño sudan por sobrevivir. Así es este mundo, el mío. Y si no hay un lugar en donde poner algo de todo lo que me forma, se deforma el resto: que la casa, que la rutina, que el trabajo, que la cuenta bancaria, que las recetas para ahorrar o las estrategias para invertir.

Para mí, no para mi pupo. Un lugar amplio con ventanas grandes y puertas giratorias para que entren y salgan los fantasmas con los que convivo, que sean protagonistas en un espacio luminoso de tanto brillo que es la alegría de poder verlos, aceptarlos. Un lugar para mí, porque si entro yo, entramos todos.

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