Él, un oficinista exitoso, deambulando en las noches por los pasillos de su empresa, tiene tantos billetes como hojas en los archivos de negocios, tantos logros como luces en la ciudad. Y a su lado una mujer, esas de colección.
El día de su boda, la fotógrafa captó con el obturador la imagen de una pareja perfecta, pero también se perpetuó la historia triangular de un amor: la fotógrafa y el empresario. Aun siendo como el agua y el aceite, comenzaron una relación.

Ahora la culpa ha cedido, la del secreto. ¿Pero qué hicieron con la culpa de la cobardía? Él es todavía un gran ejecutivo, dirigiendo una empresa como si fuese una orquesta que en vez de música hace ruido, aturde. Ella es empleada del viento, volando sin direcciones precisas. Y así el tiempo pasó, separados como el agua y el aceite. Será que el amor de los amantes es fraudulento, será que solo trasciende el legítimo… y entonces, ¿cuál de los dos es el auténtico?
La fotógrafa captura con el lente la imagen de una pareja perfecta, es otra boda y ellos son invitados, el empresario y su mujer de colección. Corre la cámara, lo mira. Se miran y piensan:
Ella: Si decidías estar conmigo perdías mucho y yo no perdía nada. Perdí cuando nos dejamos.
Él: Quién te dijo que no perdí.
Será que el amor, hipócrita o astuto, sólo hace ganadores a los ignorantes.
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